Es sorprendente ver algunas obras arquitectónicas, las maravillas modernas sencillamente cautivan al observador a su paso, incluso algunos paisajes de montañas y rocas parecen obras pictóricas inigualables, sin embargo nada puede comparase al proceso de la vida en sus diferentes períodos de crecimiento.
El mismo ser humano atraviesa por diferentes etapas cada una al ritmo de sus propios desafíos como una danza que va desarrollándose al transcurrir del tiempo, unas veces destellando en lo físico, otras destacando lo emocional pero, sin duda, la más especial tiene lugar en lo espiritual.
Para ello miremos como La Biblia registra las palabras del apóstol Pablo: “Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” refiriéndose a los Filipenses y podemos reflexionar en qué manera la inspiración del Espíritu Santo nos habla a nosotros, los creyentes del siglo XXI.
El apóstol estaba convencido del designio de Dios, porque en sus planes de viaje no estaba alcanzar Macedonia, pero en los propósitos de Dios esta gente clamaba “pasa y ayúdanos”, sin duda aunque sientas que no haces parte del plan de este mundo, ni siquiera de una organización, a veces hasta nos enteramos que ni estábamos en la mente de nuestros padres, no debes dudar que en el corazón de Dios si estabas desde hace mucho tiempo.
Y no olvidemos que quien comenzó la buena obra fue Dios, pues un día preguntó si queríamos recibir a Jesús como Señor y Salvador y su Espíritu nos convenció de hacerlo, no la comenzó nadie más y de igual manera El la terminará, así que anímate a esperar el crecimiento que proviene de Dios, sin tomar en cuenta las circunstancias que te rodean, declárate ¡UNA OBRA CRECIENTE!